En una reunión, un cliente me preguntó si era cierta la afirmación: “al consumidor de hoy no le gusta la publicidad y por eso hace zapping”. Pues, pienso que no es cierto, al consumidor de hoy lo que en realidad no le gusta es la mala publicidad y no lo culpo. Desde mi punto de vista, una mala publicidad es aquella que solo habla de los atributos de un producto y se olvida del consumidor y sus emociones. El consumidor de hoy ama las buenas historias, aun las más sencillas, siempre que estas lo hagan vibrar como si fuera su propia vida. Aquí un ejemplo:
El problema es que para construir este tipo de mensajes hay que entender a las personas que están debajo del consumidor. Conocer sus miedos, anhelos, deseos, pasiones, y estoy seguro que esto resulta difícil de entender. Plantear retos en la investigación, nos exige creatividad en el uso de técnicas para intentar proyectar el interior de las personas, y por supuesto, también desde la interpretación de los datos y la formulación del concepto estratégico.
No hay nada más potente y duradero que el vínculo emocional con el consumidor a través de historias. Pero hay que tener en cuenta que esa historia se vincule después con la marca. Porque a veces se construye una historia genial que se queda en eso y no deriva a la marca, que en el fondo es el objetivo final.
Conectar emocionalmente con los consumidores no es nada fácil.
El 95% de las compras que realizamos vienen impulsadas por la parte emocional
A través de las emociones conseguiremos viralidad y enganchar a nuestro público objetivo. Las emociones provocan un estado que agudiza nuestros sentidos y por ello prestamos más atención y nos enganchamos a la información que se nos presenta.
Finalmente para establecer una conexión real, no olvidemos que las marcas necesitan convertirse en humanas, he allí el reto.
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